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Una callecilla legendaria: la antigua Puentezuela

Por Javier Cano - Noviembre 19, 2023
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Una callecilla legendaria: la antigua Puentezuela
Placa original de la calle Ignacio Figueroa, en el emplazamiento particular donde está ubicada actualmente. Foto: Javier Cano.

Dedicada al benefactor de La Económica Ignacio Figueroa desde el primer cuarto del XX, la tradición sitúa el reventón del mítico Lagarto en esta breve vía urbana

Hay que remontarse nada más y nada menos que a la Edad Media para encontrarle origen a la antigua Puentezuela, cuya histórica y a la vez popular denominación debe a aquella fragilísima pasarela que, durante siglos, permitió a los jiennenses sortear el viejo cauce de aguas sucias que Carrera abajo buscaba salida por otra calle de indudable vínculo toponímico, Arroyo (la actual Teodoro Calvache, dedicada en su día al gran Pérez Galdós).

Tanto caló entre las gentes de la capital del Santo Reino el 'oficio' de la vía urbana, que con Puentezuela se quedó la tira de tiempo, hasta que el concejal Ramón Espantaleón Molina (era alcalde Manuel Ruiz Córdoba) propuso que este (para muchos) callejón o enlace entre San Ildefonso y la Plaza del Mercado fuera dedicado a otro ilustre jiennense cuyo nombre y apellido campea en sus extremos: Ignacio Figueroa. Era 1914, el año de su muerte.

Ilustre..., sí, pero con una vida de lo más extraña por más que su linajudo origen le pronosticara a priori una existencia relajada. Lean, lean.

En Jaén nació Ignacio Figueroa Hernández en enero de 1842, el mismo mes que lo vería morir setenta y dos años después en la villa y corte. 

Hijo del marqués de Villamejor y emparentado con algunas de las casas nobles de más relumbrón, sin embargo su llegada al mundo no fue precisamente una fiesta para la familia, si se tiene en cuenta el disgusto que se llevaron los Figueroa al recibir al fruto del romance entre el marqués y la hija de uno de sus administradores, Ana María Hernández Otón. 

Y claro, aquello fue un desastre. Abandonado por su progenitor cuando apenas levantaba un palmo del suelo y solo reconocido por este por imposición legal, la aventura vital de quien da nombre a la Puentezuela está jalonada de malos ratos, demandas y juicios que si bien no dieron en la deseable reconciliación familiar, sí le valieron para convertirse en coheredero del fantástico legado material del marqués.

Una herencia que, a falta de hijos, alegró (pero mucho, muchísimo) a los responsables de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Jaén, que vieron cómo sus cuentas crecían inesperadamente y, de paso, solucionaban uno de los grandes problemas que la institución padecía en aquellos momentos: la ruina de su sede. 

Terminaba el primer mes de su último año de vida cuando Figueroa Hernández exhalaba su último aliento y La Económica empezaba a respirar con brío gracias a la generosidad del personaje, que a favor de La Económica testamentó "tres casas de su propiedad, en la Corte", según recoge el cronista Cazabán en Don Lope de Sosa.

Profuso capital que, entre otros destinos, propició la construcción del nuevo edificio del dieciochesco colectivo, tan arraigado a la vida cultural de aquí. 

 Sobre la fachada del fondo, junto al balcón del primer piso de fachada blanca, el artístico rótulo de la calle Ignacio Figueroa que hoy en día conserva en su casa un particular. Foto: Manuel Romero Ávila/IEG.
Sobre la fachada del fondo, junto al balcón del primer piso de fachada blanca, el artístico rótulo de la calle Ignacio Figueroa que hoy en día conserva en su casa un particular. Foto: Manuel Romero Ávila/IEG.
 

En reconocimiento a su benefactor, la entidad promovió diferentes homenajes y, entre ellos, pudo celebrar también que la Puentezuela (vecina inmediata de sus instalaciones) llevase el nombre de don Ignacio:

"El Sr. Espantaleón usa de la palabra y propone que en atención a que la Sociedad Económica está ya en posesión del importante legado hecho por D. Ignacio Figueroa se le ponga su nombre a la calle Puentezuela, en memoria de generoso filántropo. S. E. así lo acordó (sic)", reza en el acta municipal del 1 de agosto de 1914.

Hasta los años 80 del pasado siglo XX aguantó en su sitio la artística lápida de cerámica salida de los prestigiosos talleres talaveranos de Ruiz de Luna que, en 1921, había sido colocada al comienzo de la calle.

Ahí está (en la fotografía que pisa estas líneas) en su emplazamiento original, según recoge la valiosa fotografía en la que puede identificarse, también, la inconfundible presencia del recordado canónigo Cándido Carpio o la singularísima figura del desaparecido perdiguero de la Catedral, con su personalísima peluca albertiana. 

A propósito: ¿qué fue de ella (de la placa de cerámica, no de la peluca) si tanto valor tenía? Un vecino sensible de Jaén la conserva actualmente, adosada al enjalbegado muro de su añejo domicilio:

"Creo que fue a causa de la demolición del edificio donde estaba. Un albañil me llevó una muestra del rótulo y me interesé. Pasados unos días me trajo un saco con el resto de las piezas, varias de ellas partidas. Sería por los años 80", explica el anónimo 'salvador' a Lacontradejaén.

UN ESPACIO ENTRAÑABLE

Más de uno que ya peine canas recordará que Tejidos Gangas tuvo su primer establecimiento en el número 2 de Ignacio Figueroa, antes de trasladarse a la icónica sede de la Plaza de San Francisco a comienzos de los años 60. 

También tuvo tienda aquí, en el número 1, la no menos renombrada droguería de Luis Vargas, y un paseo desde Bernabé Soriano hacia San Ildefonso permite reencontrarse, erguida y superviviente, con el esquinazo de la casa número 31 de la calle Hurtado. Ensolerado predio de 1905 que asoma algunos de sus balcones a la Puentezuela. 

A pique de ser borrada del callejero jaenés de la mano del Proberso (aquel proyecto de expansión que a mediados de los 60 se cuajó Enrique de Bonilla y que apostaba por unir la Carrera con la carretera de Granada), si un episodio legendario unge de carácter mítico esta calle es la que la sitúa como escenario del reventón del Lagarto de la Magdalena. 

Sí, de las tres versiones que circulan por el imaginario jaenero, es la del preso y los panes la que convierte en paisaje de la muerte del saurio a la zona que protagoniza este reportaje:

"Un preso condenado a muerte solicitó su libertad a cambio de matar al lagarto. Tal era la desesperación de los vecinos que se le concedió la oportunidad de intentarlo. Para ello, solicitó un caballo, un costal de panes calientes y un saco con pólvora". El relato continúa.

"Por la noche, el preso se presentó junto a la cueva y fue dejando una hilera de panes. El animal se despertó y se los fue comiendo tras el preso, que continuaba lanzando panes mientras huía a caballo. Al llegar a la Puentezuela, junto a la plaza de San Ildefonso, en lugar de un pan le lanzó el saco de pólvora, que el animal devoró del mismo modo y, acto seguido, explotó".

Versión que, además, cuenta con la 'bendición' de autores tan reputados como Juan Eslava Galán a la hora de escoger una de las tres leyendas como más cercana a la verosimilitud.

La Puentezuela, Ignacio Figueroa... Un pasaje a cielo abierto que conecta dos mundos paralelos, el de las plazas de la Constitución y San Ildefonso, testigos discretos de la historia de este río de calles llamado Jaén que tiene en este holgado callejoncillo dos de sus más entrañables desembocaduras.  

 Ignacio Figueroa Hernández. Foto: Don Lope de Sosa.
Ignacio Figueroa Hernández. Foto: Don Lope de Sosa.

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