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SERRANO CUESTA: EL 'SOROLLA' DEL MAR DE OLIVOS

SERRANO CUESTA: EL 'SOROLLA' DEL MAR DE OLIVOS

Por Javier Cano - Noviembre 11, 2023
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Hace sesenta años que el pintor y cartelista de Escañuela cerró sus ojos para siempre, tras firmar una colección de obras tan indisolublemente unidas a Jaén que, andando el tiempo, se han convertido en auténticos iconos del jaenerismo

De la mano de los testimonios directos de su familia y de lo que artistas y estudiosos han escrito sobre él, Lacontradejaén acerca hoy a sus lectores la figura y la producción de uno de sus creadores del siglo XX más entrañables y representativos

"Fue un estupendo dibujante al que los encargos de prensa fueron conduciendo hacia esquemas de raíz ilustrativa. En este sentido, cabe destacar su condición de cartelista hijo de su tiempo (...) Cabe considerar a este artista, además de continuador del paisajismo de Rufino Martos, indagador de un sentido de poética iniciática que incluye flecos románticos".

A grandes rasgos (en las páginas de su Aproximación a la pintura en Jaén: 1900-1960, publicado en el numero 204 del Boletín del Instituto de Estudios Giennenses) define el pintor, crítico de arte, profesor y académico jiennense Miguel Viribay la personalidad creativa de Manuel Serrano Cuesta (Escañuela, 1916-Jaén, 1963), de cuya temprana pérdida se cumplen seis décadas este 2023 que va ya de recogida, como una procesión. 

Un grande de los pinceles y la plumilla y un docente vocacional a quien tanto su pueblo natal como la capital de la provincia rinden tributo cotidiano con sendas calles a su nombre pero cuya memoria, humana y artística, conviene refrescar mucho más allá de esos rótulos urbanos que celebran su paisanaje jaenés, tan acendrado que hasta se atrevió a plasmar en una de sus piezas el célebre y temible viento local. 

De la mano de quienes llevan su misma sangre o a través de la palabra de estudiosos que le han dedicado más o menos páginas, Lacontradejaén cuelga hoy en su galería digital el retrato de un personaje contemporáneo en cuya biografía late un inquebrantable amor hacia sus patrias chicas (su cuna, el paisaje cazorleño, la ciudad del Santo Rostro...).

 Del número 20 de la calle Pilar de la Imprenta salió Serrano Cuesta, en 1963, camino del hospital, del que ya no regresaría nunca. Foto: Google Maps.
Del número 20 de la calle Pilar de la Imprenta salió Serrano Cuesta, en 1963, camino del hospital, del que ya no regresaría nunca. Foto: Google Maps.

UNA VIDA TRUNCADA EN PLENA MADUREZ HUMANA Y CREATIVA

Experto en sentencias memorables, Gracián dejó escrito que la muerte, para los jóvenes, es naufragio, y para los viejos es llegar a puerto, olvidando a aquellos que andan entre Pinto y Valdemoro, los que lucen en su DNI una edad lo suficientemente alta como para ser considerados mozos y, a la par, no merecen tampoco la consideración de ancianos. 

En esa franja etaria andaba el protagonista de este reportaje cuando salió del banquete de la vida (que diría Lucrecio) camino de esa caja donde aseguran los italianos que, al final, regresan el rey y el peón. 

"Era un hombre muy fuerte, nunca estuvo malo, pero al año de estar en Jaén le dio un dolor de vesícula muy grande y el médico del instituto, Fernández Amigo, le dijo que eso solo tenía operación y que era facilísima: '¡En una semana estás en tu casa!', recuerda María Dolores Serrano Guirao, tercera hija del matrimonio formado por el pintor y la fuensanteña Filomena Guirao Lara, fallecida en 2004.

"Mi padre dijo que sí, pero que quería buscar una fecha para operarse sin perder clases, y se operó el Miércoles de Ceniza. Lo intervino un médico que había venido nuevo a Jaén, don Alejandro Varales, que traía una técnica nueva que no necesitaba drenaje. Se lo hizo y a la semana, cuando esperábamos que mejorara, no mejoraba: empeoraba, a pesar de que el médico decía que la operación había salido muy bien, que no se lo explicaba".

Serrano, afincada en Cazorla (uno de los municipios capitales en la vida de su padre), continúa, con un nudo en la garganta: "Al final es que la bilis no tenía cauce normal para salir, y tuvo una septicemia. Estaba en plena madurez artística, y ya un poquito más desahogado económicamente que al principio, tenía su futuro más seguro y afianzado".

Por aquel entonces, y después de avecindarse en Adarves Bajos, la familia vivía en el segundo piso del número 20 de una de las más ensoleradas calles de Jaén, Pilar de la Imprenta, según los datos que completa María Rosa Serrano Guirao, otra de las hijas del artista y la única establecida, desde hace décadas, en la capital. Por su parte, María Dolores evoca las horas difíciles en que conoció la fatídica noticia del fallecimiento de su padre:

"Fue una tragedia. Yo tenía dieciséis años, me acuerdo de que me examinaba de Física y no me dijeron que lo iban a a volver a intervenir. ¡Pero la impresión que me llevé cuando vine del examen!, aquello fue tétrico y hasta cutre. Entro ya por la calle Recogidas hacia el Pilar de la Imprenta y me cruzo con una camilla de la Cruz Roja, porque la calle estaba empedrada y era muy difícil entrar. Nunca pensé lo que me iba a encontrar cuando subí".

Era el 29 de mayo de 1963. Al día siguiente, tras expirar en una habitación del hospital, recibía sepultura en un nicho de la sección decimocuarta del viejo cementerio de San Eufrasio donde continúan sus restos. "Decir Serrano Cuesta en Jaén, en la provincia de Jaén, es decir rama desgajada cuando de ella pendía el más bello de los frutos", escribió sobre él el poeta marteño Miguel Calvo Morillo.

 Rosa Serrano Guirao, tercera hija del pintor, posa rodeada de obras de su padre. Foto: Mario Cano Campos.
Rosa Serrano Guirao, tercera hija del pintor, posa rodeada de obras de su padre. Foto: Mario Cano Campos.

PASIÓN POR LA ENSEÑANZA

Padre de cinco criaturas, los testimonios directos de María Dolores y Rosa Serrano Guirao a este periódico abundan en lo que consideran uno de los principales méritos de su padre: "Era muy, muy trabajador".

Calvo Morillo secundaba este aspecto en las páginas de Senda de los Huertos (números 35-36): "Contumaz maestro del dibujo, en los difíciles años de nuestra posguerra, allá por los 40, pintó de todo, ilustró libros, dibujó anuncios para el comercio, chistes, caricaturas, retratos, colaboró en la prensa gráfica, hizo pergaminos [uno de ellos, soberbio, para un homenaje a Andrés Segovia], orlas para títulos, lo que fuera necesario para salir adelante".

Tras una niñez escañolera marcada por su sorprendente talento como pintor, Serrano Cuesta fue a vivir a la capital del Santo Reino, en cuyo mítico colegio de San Agustín estudió el Bachillerato y, ya en las aulas de la Escuela de Artes y Oficios, entró en contacto con una de los maestros que mayor peso tuvieron en su formación: el catalán (tan vinculado con la historia del arte de aquí) José Nogué Massó

El mismo al que Rafael Ortega Sagrista bautizó como "el pintor de la luz de Jaén", un título de lo más sorollesco que por derecho propio (y de nacencia) pueden compartir 'ex aequo' tutor y pupilo. 

"Le tenía muchísimo aprecio a Nogué, era un admirador total, recuerdo que hablábamos mucho y que él me lo decía; y también que admiraba mucho a Velázquez, y de los más recientes a Sorolla, quien le transmitía una sensación impresionante".

Maestro también el propio cartelista, la enseñanza fue (sus hijas lo confirman) su otra gran pasión: "Era muy cercano a sus alumnos y sus compañeros, un enamorado de su profesión". Titulado ya, además, por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en las aulas del recordado y jaenero colegio de los Ángeles, del Instituto Laboral de Cazorla (del que fue director) y de Magisterio y Virgen del Carmen de Jaén enseñó a las pocas generaciones de alumnos que, por lo imprevisto de su muerte, llegaron a tenerlo como profesor. 

"Cuando terminó de estudiar había muchos destinos para profesor, y como había venido con Paco Cerezo (que era como un hermano para él) a Cazorla, a pintar paisajes; le gustó tanto que cuando saco la oposicíon, y aunque había destinos como Sevilla, cumplió el sueño de su vida y se vino a Cazorla", evoca Lola Serrano, y apostilla:

"Mi madre le pedía que mirara por el porvenir de sus hijos, y en cuanto hubo una vacante en Jaén, le dijo —'mira, si tú no te vienes yo me voy a ir, porque mis hijos tienen que estudiar y aquí no tienen posibilidad'. Él, muy a pesar suyo, pidió Jaén y se fue".

 El artista, en una foto de familia junto a su esposa, Filomena, y sus cinco hijos: María del Carmen, Manuel (fallecido en plena juventud), Lola, Rosa y María Victoria. Foto cedida por Rosa Serrano Guirao.
El artista, en una foto de familia junto a su esposa, Filomena, y sus cinco hijos: María del Carmen, Manuel (fallecido en plena juventud), Lola, Rosa y María Victoria. Foto cedida por Rosa Serrano Guirao.

FILOMENA, COMPAÑERA, MADRE, MUSA

"Era la musa de mi padre", exclama Lola Serrano, y Lacontradejaén lo comprueba en el domicilio jaenés de su hermana María Rosa, principal depositaria del legado artístico de su progenitor, que mima en su casa de la calle Jorge Morales. 

En sus paredes cuelgan paisajes, alegorías, retratos y un buen número de obras en las que es reconocible el rostro de Filomena, su esposa, lírico nombre para la mujer que nunca dejó de inspirar al pintor. 

"Era rubia y tenía los ojos azules", aporta Rosa. Hija de un maestro de Fuensanta que terminó impartiendo clase en Escañuela, se convirtió pronto en compañera suya cuando ambos estudiaban el Bachillerato en la capital: "Desde entonces, no se separaron". 

Utilizando palabras de Rafael Alberti, Filomena podría definirse como el ser poético de aquel hogar: "Mi madre, además, era muy lista. Le quedó una pensión ridícula cuando murió mi padre, pero nos sacó adelante". Según María Dolores Serrano, la esposa del pintor gozaba de una "mente muy abierta", que incluso (de forma literal) se hizo patente en sus últimas voluntades:

"Ella no está en el cementerio viejo, dijo que no a meterla en ningún lado. Quería que fuera en el Guadalquivir, y como yo vivo en Cazorla me pareció bien y le dije que así podría estar cerca de mí, pero no, tuvo que ser en la desembocadura, en Sanlúcar. Me decía que en Cazorla el río está encajonado, y que ella quería mar abierto hacia el Atlántico". Albertiana también en ese postrer deseo, allí reposa. 

 El camino de la Magdalena, pintura de Serrano Cuesta, de 1960, en el Museo de Jaén. Foto: Rafael Alarcón Sierra.
El camino de la Magdalena, pintura de Serrano Cuesta, de 1960, en el Museo de Jaén. Foto: Rafael Alarcón Sierra.

PINTOR Y CARTELISTA DE EXCELENCIA

Quizá sea pasión de hija, pero lo cierto es que Lola Serrano se deshace en elogios hacia la personalidad creativa del autor de sus días: "Pintores hay muchos, buenísimos, pero que dominen tantas técnicas no hay tantos. Era cartelista, con todos los primeros premios de la Agrupación de Cofradías, de la Virgen de la Capilla, de las ferias de Jaén, de Granada...".

Y añade: "También ilustró novelas, una de una escritora venezloana que vio sus pinturas, vino a España, se entrevistaron y se la ilustró; era una maravilla, con visiones inspiradas en Goya; y también dibujó sellos para Fernando Poo, por encargo de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre".

Pero hay otras voces que, desde la perspectiva asentimental que les concede la ausencia de parentesco y la autoridad que les confieren sus trayectorias, apuntan alto cuando se trata de situar la producción del escañolero en el panorama artístico jiennense de la pasada centuria:

"Como pintor destacan sus paisajes serranos", rubrica Viribay, que pondera igualmente sus dotes como cartelista en el catálogo de la exposición Passio et Gloria, publicado por la Diputación en 2016:

"Como dibujante estaba en posesión de una destreza muy notable que lo dotaba sobradamente para acercarse a conceptos como el del dibujante Freixa (...) Su aportación a la cartelería giennense es incuestionable, como también es de tener en cuenta su calidad sintética y formal, registrable en gran parte de sus carteles", ámbito este en el que el investigador Francisco Jiménez Delgado apunta a su "genio artístico".

Ahí están sus carteles cofrades de 1943, 1950, 51, 52, 53, 54. 55, 56, 57, 62..., que recoge Jiménez en el especial de la Semana Santa de 2004 de Alto Guadalquivir

En el campo de los carteles más festeros, icónico resulta (por citar solo uno de ellos) El gran ferial Felipe Arche, de 1955, en el que (como detalla la historiadora del arte Carmen Pérez Miñano en su libro La imagen de la ciudad de Jaén: literatura y plástica), el pintor resume en "esas torres alargadas, fragmentos artificiosos funcionando como vigías, remedos de un pasado glorioso", una ciudad convertida en "objeto artístico" a través del "lenguaje de la historia".

He aquí este sucinto acercamiento al maestro, al que ponen epílogo las palabras del poeta Calvo Morillo: "Cuando vemos algunos de sus temas, todavía emocionan por la frescura de sus personajes, que traspasan la barrera del tiempo y están presentes como una realidad viva en la mente de todos". Como si el añorado vate marteño las hubiera escrito para este reportaje. 

 El ferial es uno de las piezas más conocidas de Serrano Cuesta. Foto: Asociación de Amigos de San Antón.
El ferial es uno de las piezas más conocidas de Serrano Cuesta. Foto: Asociación de Amigos de San Antón.

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COMENTARIOS

JUAN JOSÉ SERRANO SOLAR

JUAN JOSÉ SERRANO SOLAR Noviembre 11, 2023

Buenos días, he leído el reportaje sobre mi abuelo, D. Manuel Serrano Cuesta y, me pregunto si podrían facilitarme la foto en la que aparece toda la familia, ya que en ella aparece mi padre, también fallecido en el año 1973, y me gustaría tener dicha foto, si pudiera ser sin la marca de agua. Muchas gracias.

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